Comentario
El 9 de mayo de 1535, el Emperador dirige una carta a todas las ciudades del reino, participando su resolución de embarcarse en la Armada compuesta para "la jornada de Túnez". Les daba cuenta de la arribada a Barcelona de las fuerzas aliadas para combatir a ese "enemigo común de la religión cristiana" que era el Gran Turco, las cuales a la sazón estaban integradas por 9 galeras del Papa y 6 de la Orden de San Juan, 45 naos y 17 galeras que el marqués del Basto y Andrea Doria trajeron desde Génova, 23 carabelas y un galeón enviados por el rey de Portugal, que vinieron a sumarse al grueso de la flota hispana procedente de lugares tan dispersos como Nápoles, Sicilia, Vizcaya y Málaga.
Pocos días más tarde, Su Majestad mandó pregonar la celebración de un alarde de los señores prestos a embarcarse, quienes desfilaron en el Campo de la Marina precedidos por guardas vestidos con librea de colores, presididos por el monarca con sus caballerizos y pajes, pasando revista a los caballeros ricamente aderezados y armados de lanzas con veletas de tafetán colorado. Las salvas de la artillería cerraron dicha parafernalia y la escuadra levó anclas desde el mar de España al de África, como escenifica el afamado paño con el original mapa del Mediterráneo Occidental, desde cuyo margen el autorretrato de Jan Vermayen alias Barbalunga se apresta a narrarnos la expedición, que se hizo a la mar el 14 de junio de 1535.